
Ética y comunicación
Si hay un valor, una palabra que encierra la esencia de la comunicación, especialmente hoy, es la ética.
Todo cuanto hacemos debe regirse ineludiblemente por su preeminencia. Sin ninguna duda.
De hecho, buena parte de los conceptos que habitualmente vinculamos a la comunicación tienen una relación directa con ella.
¿Qué son la influencia, la confianza, la honestidad o la reputación sin el sostén de la ética? Fuegos de artificio.
Por eso son tan pertinentes los códigos éticos, como los publicados por la Global Alliance, la Public Relations Society of America o el sencillísimo y directo de la Canadian Public Relations Society.
Más allá del aspecto académico, podríamos identificar fácilmente las acciones éticas en comunicación, y en la vida en general, como aquellas que provocan más efectos positivos que negativos.
Y desde luego el sensacionalismo, la exageración, la apelación a determinados sentimientos para predisponer conductas (solo) en nuestro beneficio, la ocultación de información o las noticias falsas (fake news) no están en este catálogo.
Si queremos ser considerados asesores de primer nivel deberíamos hacer gala (y apología) de una ética intachable, que permee al resto de la organización y que se acople sin fisuras a los valores y principios comunes.
Una vez interiorizada, a medio y largo plazo, siempre facilita nuestra labor.
Porque, como dijo Mark Twain:
If you tell the truth, you don’t have to remember anything
Y ante la duda, acude a un truco que nunca falla: piensa en tus clientes, sé uno de ellos. ¿Qué trato te gustaría recibir de cualquier empresa con la que te relacionas?
Si las empresas quieren que se hable bien de ellas, tienen que hacer las cosas bien y comunicarlas adecuadamente
Y en este caso, el orden sí altera enormemente el producto: primero hacer y luego comunicar.
Basado en el artículo, escrito por Luis Miguel Diaz-Meco y publicado en su blog lmdiaz.com bajo el nombre “Ética, el valor que da sentido a la comunicación”